No Other Land: una alegoría entre dolor y resistencia

La película ganadora del Oscar a mejor documental, No Other Land, expone la realidad de Masafer Yatta, una comunidad de 20 aldeas palestinas ubicada en la West Bank, al oeste del río Jordania.

El territorio se encuentra en la denominada zona C, ocupada militarmente por Israel desde 1967. Desde entonces, los habitantes de Masafer Yatta no han cesado en su lucha legal y cultural por permanecer en su territorio. El filme fue grabado entre 2019 y 2023 en dicha zona. También contiene imágenes de archivo familiar, y grabaciones que Adra comenzó a filmar desde los 15 años.

La película denuncia los mecanismos de colonización israelí y sus inagotables intentos por desplazar a la comunidad palestina a través del acoso constante, demoliciones de casas y escuelas, amenazas con uso de armas, devastación de bombas de agua, destrucción de generadores de luz. Al mismo tiempo, el relato se construye a partir de las dinámicas de resistencia que ha desarrollado la comunidad en un contexto de ocupación, colonización y genocidio. 

El film parte con la voz del codirector, Basel Adra, refiriéndose a su vínculo familiar con el activismo. Las implicancias de esta posición, las razones, motivaciones y dolores: “Comencé a filmar cuando empezamos a desaparecer”, expresa el joven. Y este elemento define el eje principal del largometraje: la incesante batalla por el buen vivir, la dignidad y la defensa cultural del tiempo y el espacio, a pesar de las vulneraciones en las que se ven envueltos de manera sistemática.

Así, observamos los esfuerzos por continuar habitando el territorio que les ha pertenecido por siglos. Se brindan escenas de convivencia familiar, infancias jugando, personas compartiendo momentos de alegría, risas. Aquello que también es resistir.

Tensión tras las cámaras

El documental fue realizado por un equipo que integra palestinos e israelíes, lo cual ha sido interpretado de diversas maneras. Hay quienes lo ven como un símbolo romántico de una supuesta hermandad, mientras otros lo toman como un símbolo de la resistencia mutua.

En esta disyuntiva, se han realizado llamados a no ver la película por miembros del movimiento BDS de boicot, despojo y sanciones a instituciones vinculadas con Israel. Particularmente desde PACBI (Campaña Palestina por el boicot académico y cultural a Israel), que se centra en el boicot académico y cultural. Ellos expresaron abiertamente que:

Mediante sus plataformas digitales, dichos movimientos han denunciado la violación del principio de no normalización, establecido desde 2007 para aplicar a cualquier “proyecto, iniciativa o actividad, local o internacional que reúna en la misma plataforma a palestinos (y/ o árabes) e israelitas (individuos o instituciones)” y consta de dos condiciones: primero, el público reconocimiento de los derechos inalienables de las Naciones Unidas al pueblo palestino, por parte de los participantes israelíes. Y segundo, que la actividad conjunta constituya una forma de co-resistencia en contra del régimen de ocupación, colonialismo y segregación israelí.

Estas organizaciones han acusado que no se respetó tal principio, argumentando que no se aclara la posición de los integrantes israelitas frente al conflicto.  Además, la película fue desarrollada con el apoyo de Close Up, una productora que apoya proyectos documentales del sudoeste asiatico y el norte de África. A su vez, dicha compañía surgió de The Greenhouse Film Centre, que es financiado con fondos públicos de Israel.

Pese a que Close Up se desvinculó de Greenhouse en 2019 por motivos políticos, PACBI mantuvo su posición contraria a ambas organizaciones, y aseguró que la aclamada productora normaliza el contexto de vulneración sistémica, al presentar una postura ambigua respecto al conflicto.

Sin embargo, es evidente el posicionamiento de la película y sus protagonistas frente a la ocupación y el genocidio que dirige Israel en territorio palestino. De la misma manera, la participación de Abraham, el periodista israelí, es cuestionada por los mismos residentes palestinos a lo largo del documental: tanto el protagonista (Adra) como el resto de los comuneros árabes tensionan constantemente las escenas con increpancias, preguntas y comentarios acerca de la posición política del periodista, sus privilegios y su rol en el conflicto.

Pese a las tensiones que puedan surgir en torno al documental, se trata de un excelente trabajo que logra evidenciar los niveles injustificables de violencia con que proceden los colonos israelíes. También demuestra los actos de indolencia e impunidad ante el conflicto.

Al mismo tiempo, propone reflexiones diversas en torno al significado y las implicancias de la resistencia, el arraigo y la persistencia. El largometraje es una invitación a  tomar conciencia, a pensar críticamente sobre el conflicto y no sentir indiferencia frente al dolor humano. Y es que más allá de la indolencia israelí,  la película logra retratar la convicción que mueve a la comunidad palestina, un pueblo que tiene plena conciencia de merecer dignidad y que lucha incansablemente por ella.

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Gestora Cultural de Nueva Lira

Trabajadora Social / U. de Chile
Diplomado en Estética, Crítica y Feminismos / U. Católica
Máster en Medios, Comunicación y Cultura / U. Autònoma de Barcelona